Desde los inicios, existen grandes debates y polémicas acerca de la cárcel, ya que encerrar a un grupo humano daba lugar a estigmas sociales los cuales afectaban tanto a los internos como a la sociedad en general.
La finalidad de las prisiones ha ido cambiando a través de la historia. En épocas pasadas, la prisión tenía un único fin, retener al preso hasta ser condenados, permanecían en un mismo espacio, sin consideración a su delito y tenían que pagar su manutención. La aplicación de la justicia de la época era pública. En los países democráticos, su objetivo era proteger a la sociedad de aquello que pudiera resultar peligroso para ella a la vez que se intentaba su reinserción.
No obstante, a medida que transcurrieron los años, los objetivos carcelarios se modificaron, la prisión debía de ir acompañada de formación, trabajo y pago de deudas para poder cumplir la condena. Así, el recluso quedaba libre de toda culpa y podía volver a la sociedad.
Posteriormente, en épocas modernas la prisión comenzó a reeducar al preso, con el fin de conseguir una reinserción efectiva en la sociedad que más tarde se incorporaría. Toda persona que eligiera un camino equivocado en su vida y por diversas causas entrara en prisión tenía el derecho de una reeducación en valores y una inserción posterior.
A pesar de que se hayan dado muchos cambios de mejoras y evolución en los centros penitenciarios, la droga es algo que todavía no han podido controlar, pues ésta se convierte en un elemento importante de la subcultura carcelaria.
El problema no es sólo es el consumo que se tiene hacia las drogas, sino el fácil acceso que los reclusos tienen dentro del centro penitenciario. Según diversas fuentes, más del 50% de la población reclusa española es drogodependiente, llegando hasta el 80% en algunos centros penitenciarios.
La droga es una sustancia muy apreciada en el ambiente social de la prisión y por ello, también es un elemento fundamental en la estructura de poder en la cárcel.
La introducción de sustancias estupefacientes en las cárceles puede proceder por los familiares y amigos de los condenados durante las visitas, de los mismos presos cuando regresan de los permisos e, incluso, del lanzamiento de paquetes desde el exterior a los patios de las cárceles.
Es fuerte pero es la realidad y aunque muchos de los profesionales que trabajan dentro de las prisiones no lo desconocen, hoy por hoy no se hace nada por evitarlo. Es más, se dice que también son los mismos funcionarios que trabajan dentro los que introducen la droga. Todo es dinero, es corrupción, es poder, es aprovechamiento pero nada es buscar soluciones y alternativas. Esperemos que en un futuro lleguemos a mejorar esta situación tan desagradable, que en ocasiones acarrea hasta la muerte. Como dato concreto, en la cárcel de Huelva, el año pasado murieron tres internos por sobredosis.
Como hemos dicho en un principio, es verdad que la situación ha mejorado considerablemente, pero todavía existen muchos estereotipos y prejuicios sobre este colectivo. La exclusión social es el principal factor de riesgo al que se someten la mayoría de los presos. A esto se suma, otros muchos factores como son la dificultad a la hora de encontrar trabajo, rechazo por parte de la familia y amigos (esto es algo que están suponiendo a muchos presos un gran inconveniente en su integración social), carencia de vínculos afectivos, sensación de vacío y abandono… Todos estos factores de riesgos pueden desencadenar trastornos en la conducta, violencia, delincuencia, adicciones, etc.
En el ámbito carcelario, podemos ver que la figura del educador social es esencial a la hora de trabajar con estas personas que están pasando por situaciones bastante nefastas, ya que, bajo mi punto de vista, lo peor que le puede pasar a una persona es que lo priven de su libertad y tengan que estar encerrados en una celda durante varios años.
Entre las múltiples funciones que pueden desempeñar los educadores sociales en prisión, destacamos las siguientes:
- Atender al grupo de internos que se le asignen.
- Constituir progresivamente la carpeta de observación.
- Practicar la observación directa del comportamiento.
- Colaborar con los especialistas miembros del equipo.
- Asistir a las reuniones periódicas.
- Organizar y controlar las actividades deportivas y recreativas de los internos.
- Excepcionalmente pueden colaborar con los profesores de Educación General Básica en la tarea de instrucción cultural y en los establecimientos de régimen abierto con los trabajadores sociales en la solución de los problemas laborales.
Además, el educador participa como técnico del medio penitenciario, y forma parte del equipo multidisciplinario, del equipo de educadores y de los órganos colegiados realizando funciones como pedir y dar asesoramiento al equipo, coordinarse con los demás profesionales, realizar informes a propuesta del centro, se encarga de intercambiar información con el resto de los compañeros, participar en el Plan anual de trabajo, asistir a reuniones y evaluar actividades. Por último, el educador tiene que participar en los órganos colegiados que determine el reglamento y con las funciones que especifique.
En este sentido, también debemos destacar que las funciones del educador han variado mucho a lo largo de la historia y esto lo digo porque he tenido la oportunidad de hablar con un expreso el cual me ha contado que antes para poder hablar con el educador, los presos tenían que mandarle una estancia y si éste veía oportuno concertar una cita pues lo hacía y si no, rompía la estancia y como si nada. También es verdad que antes no había tanta coordinación ni tantos profesionales para atender a los mil y pico de presos que viven en una cárcel, pero la realidad era esa. Además, pienso que esto también depende de la cárcel y de la persona, pues como hemos dicho en un principio la cárcel ha evolucionado muchísimo en estos últimos treinta años; además antes no había tanta formación y la plantilla de profesionales era escasa.
En conclusión, debo decir que el colectivo de presos es uno de los que siempre me han llamado mucho la atención y me encantaría poder trabajar en un futuro dentro de este ámbito, porque si antes me gustaba, ahora que he hecho un trabajo de casi un año sobre la cárcel me he dado cuenta que es lo que más me gusta de mi carrera; esto y el colectivo de drogodependientes.
Desde siempre he pensado que si en las cárceles la gran mayoría de profesionales que trabajan suelen ser hombres es por algo y esto es lo que siempre me ha tirado para atrás y le he tenido mucho respeto pero ahora que he trabajado sobre esto me he podido dar cuenta de que no hay que tenerle miedo a este colectivo, pues al fin y al cabo son los que más respetan, dan cariño y agradecen la ayuda que se les da. Esto lo he podido comprobar gracias a Paqui, la directora del centro FADAIS, que ella va una vez en semana a la cárcel a dar grupos de terapia a los que se encuentran en el módulo terapéutico y ella va porque quiere, no porque la obliguen, pues allí se siente cómoda, respetada, querida y admirada por todos ellos, algo que le da ánimos para seguir yendo y ayudar a todas esas personas que quieren cambiar su vida y quitarse del mundo de las drogas.